El cuento de hadas de Schmeichel y Dinamarca
El
conjunto entonces dirigido por Richard Møller Nielsen logró su
clasificación para la EURO '92 en el último momento tras la eliminación
de Yugoslavia y logró meterse en la final ante Alemania y ganarla.
La
suave noche de verano empezaba ya a caer sobre el estadio Ullevi de
Göteborg. Allí, los jugadores de Dinamarca acababan de hacer historia al
derrotar a la campeona del mundo, Alemania, en la final de la Eurocopa
1992. El país de Hans Christian Andersen, el célebre escritor de
cuentos, se convertía en uno de los grandes matagigantes de la historia
del fútbol, pero a Peter Schmeichel la victoria le dejó un sabor
extraño. "
Seguramente más de uno me tomará por loco, pero no sentí nada. Fue el vacío absoluto", recuerda el guardameta, fundamental a la hora de detener los ataques alemanes.
Sin
embargo, Schmeichel no fue el único al que le costó asimilar la
victoria. Al fin y al cabo, fue una sorpresa mayúscula, ya que los
escandinavos partían como la cenicienta del torneo, en el que se colaron
en el último minuto. Terminaron segundos en la fase de clasificación un
punto por detrás de Yugoslavia, que quince días antes del inicio del
torneo fue apartada de la cita por la FIFA, en respuesta a las sanciones
impuestas por la ONU al estallar la guerra en los Balcanes. Y el hueco
dejado por Yugoslavia lo aprovechó Dinamarca.
Schmeichel se enteró
de la noticia mientras el equipo de Richard Møller Nielsen preparaba un
amistoso previsto para el 3 de junio contra la CEI, la selección de la
extinta URSS, en su puesta a punto para la Eurocopa. "Durante el
almuerzo, después del entrenamiento de la mañana, empezó a llegar el
rumor de que iban a echar a Yugoslavia. Cuando volvimos de la segunda
sesión, se había confirmado la noticia", apuntó Schmeichel.
Echando
la vista atrás, el portero cree que la falta de rodaje terminó por
jugar a su favor: "Lo que realmente nos benefició fue no haber estado
seis meses preparándonos mentalmente para el torneo ni haber tenido la
concentración previa. Llegamos frescos". Schmeichel, que por aquel
entonces tenía 28 años, recuerda las palabras de Møller Nielsen justo
antes del debut de Dinamarca: la orden no era "salir y ganar", sino más
bien "salir y no hacer el ridículo". No es el discurso de motivación más
hollywoodiense, pero ese equipo fue precisamente el que se salió del guión.
La aventura empezó el 11 de junio, con un esperanzador empate sin goles con Inglaterra.
"La alegría inicial por estar allí desapareció después de ese partido.
Acabamos con la sensación de haber merecido la victoria, de haber estado
a la altura de la selección inglesa", explicaba Schmeichel. El segundo
partido del grupo terminó en derrota 1-0 contra los anfitriones suecos, una resultado que invitó a un comentarista de la televisión danesa a decir que "Dinamarca estaba fuera", ya que afrontaría el último encuentro frente a Francia
como colista del grupo. "Sabíamos que iba a ser muy complicado ganar a
la selección gala que era la favorita, ya que contaba con el equipo, el
instinto y la personalidad", recordaba el guardameta danés.
Sin embargo, "también sabíamos que si ganábamos a Francia estábamos en semifinales
y, al final, jugamos uno de los mejores partidos que recuerdo".
Dinamarca se adelantó a los ocho minutos gracias a Henrik Larsen, pero
Jean-Pierre Papin consiguió empatar sobre el minuto 60. La providencial
entrada de Lars Elstrup dos minutos después se reveló como la auténtica
jugada maestra de Møller Nielsen. A 12 minutos del final, fue él quien
anotó el gol de la victoria. "Pasó a la historia por sus apariciones
estelares en situaciones imposibles. Y esa lo fue", apuntaba Schmeichel.
Schmeichel
mostró también su mejor cara en los últimos suspiros del torneo, a
pocos pasos de la gloria. La semifinal contra la campeona, Holanda,
terminó con un apasionante 2-2, "uno de los mejores partidos de la
Eurocopa", en el que Larsen adelantó por dos veces a Dinamarca y los
holandeses respondieron empatando cada vez. Hizo falta la tanda de
penaltis para decidir el ganador. Allí, el papel de Schmeichel fue
decisivo, cuando se lanzó a su izquierda para detener el disparo de
Marco van Basten.
Enfrentarse a Van Basten no preocupaba
especialmente al guardameta danés: "Veníamos de jugar 120 minutos contra
esos jugadores y nos sentíamos a su altura, no teníamos medio. Sabíamos
que nos batíamos contra los campeones y algunos de los mejores
jugadores del mundo. No iba a ser fácil, como demostró el partido, y
tuvimos que ir hasta los penaltis para decidir el ganador, pero nos
mantuvimos en pie y demostramos que teníamos la fortaleza mental
necesaria para ganar".
Pero Schmeichel se reservó su mejor repertorio para la final
y antes del descanso protagonizó una gran parada tras el potente
disparo de Jürgen Klinsmann. Dado el contexto de esa intervención, el
portero la considera una de las más importantes de su carrera: "Cuando
mis compañeros me vieron haciendo esa parada comprendieron que estaba en
un gran estado de forma".
Ese paradón permitió a los daneses
conservar la ventaja obtenida gracias al espectacular gol de John Jensen
a los 18 minutos. "Jensen sacó un gol de la nada. Ni siquiera estábamos
atacando demasiado ni acercándonos al área alemana. Lars Olsen, que
estaba justo delante de mí, no podía moverse a la derecha, John Sivebæk
apenas podía correr, así que lo teníamos cuesta arriba, pero Jensen
marcó y el partido dio un vuelco", explicó Schmeichel.
Dinamarca
todavía tendría que emplearse a fondo, el guardameta danés desbarató de
nuevo una ocasión de Klinsmann, despejando su cabezazo en la segunda
mitad, pero a 12 minutos del final Kim Vilfort anotó el segundo, con un
tiro bajo que pegó en el poste antes de entrar. "
Empezamos a asimilarlo cuando tuvimos la copa en la mano y, sobre todo, cuando llegamos a Copenhague, al ayuntamiento, y lo celebramos con todo el país. Entonces te das cuenta de que lo has conseguido, que no ha sido un sueño", concluyó Schmeichel.